El miedo a la izquierda

Hace un tiempo, Pablo Iglesias, líder de Podemos, decía estas palabras que me llenaron de espanto: "Lo que ataca a la libertad de expresión es que existan medios de comunicación privados", de lo que se infiere que todo aquel discurso que no pase por el tamiz de los medios públicos -y, por tanto, del poder establecido- es susceptible de ser censurado.
En los últimos tiempos hemos visto cómo el debate sobre la libertad de expresión reverdecía viejos laureles gracias a casos como el de Valtonyc, Willy Toledo, Dani Mateo y su bandera o, en las últimas horas, el poemilla sobre Irene Montero.
Hordas tuiteras crucificaban y descrucificaban a diestro y siniestro, con argumentos y sin ellos, sin un patrón preestablecido. Pero sí hay un patrón en casi todas las críticas: dependiendo de la escora política e ideológica del opinador de turno, este tiende a resguardar unos casos bajo el paraguas de la libertad de expresión mientras que no duda en aplicarles a otros la llama del fascismo, el machismo, el racismo y setenta mil ismos más. Así, los diestros de corazón no dudarán en gritar "¡Santiago y cierra España!" rasgándose las vestiduras por el ultraje de Dani Mateo a la bandera o por los exabruptos de Willy Toledo, pero dirán por lo bajini "pelillos a la mar" en el caso de las coplas satíricas sobre la figura de Irene Montero. Por su parte, a los zurdos guardianes de la buena moral se les llena la boca apelando a la libertad de expresión de aquellos que se meten con la religión católica, la figura del rey o los símbolos nacionales, pero ponen el grito en el cielo cuando a una diputada de izquierdas la satirizan en unos versos más o menos afortunados. Libertad de expresión a la carta.
Tradicionalmente el bastión de la intransigencia, la censura y el recorte de las libertades individuales estaba localizado en la derecha reaccionaria, pero no suponía un gran problema porque estaba acotado, controlado y hostigado, pero en estos tiempos convulsos la izquierda ha tomado una deriva muy peligrosa erigiéndose en censora en pos de causas nobles: la erradicación del machismo, el racismo, la homofobia, el fascismo etc., y todo ello adoptando métodos que precisamente se parecen mucho a aquello que quieren combatir. El gran problema es que lo hacen imbuidos de un aura de superioridad moral apabullante y no dudan en etiquetar precisamente como machista, racista, homófobo y fascista a todo aquel que les lleve la contraria. Y justo por miedo a ser calificados de ese modo pocos políticos o figuras relevantes de otros ámbitos se atreven a cuestionar sus postulados. Este es el gran problema: el miedo.

Mientras tanto, Irene Montero se ha llevado 70.000 euros.